La vida, ese azaroso trozo de la existencia que mengua a medida que se la descubre; que se alarga cada vez que se la ignora; que rompe en llanto por la mañana y vuelve mansa y tranquila al final de la tarde; es el más codiciado de los tesoros.
La última de nuestra posesiones, de la que más nos cuesta deshacernos y la primera, que sin dudarlo, entregamos a los que la necesitan.
¿Cómo serán esos últimos 3 minutos, cuando nos llegue la hora? ¿Qué sentiremos al ver que el hilo deja de enhebrar la aguja, que a puntadas, ha cosido el paño?
Robert Selber